DON ERNESTO....FELIZ CUMPLE


EL TÚNEL


Quedamos en vernos pronto. Me dio vergüenza decirle que deseaba verla al otro día o que
deseaba seguir viéndola allí mismo y que ella no debería separarse ya nunca de mí. A pesar de que
mi memoria es sorprendente, tengo, de pronto, lagunas inexplicables. No sé ahora qué le dije en
aquel momento, pero recuerdo que ella me respondió que debía irse. Esa misma noche le hablé por
teléfono. Me atendió una mujer; cuando le dije que quería hablar con la señorita María Iribarne
pareció vacilar un segundo, pero luego dijo que iría a ver si estaba. Casi instantáneamente oí la voz
de María, pero con un tono casi oficinesco, que me produjo un vuelco.
—Necesito verla, María —le dije—. Desde que nos separamos he pensado constantemente en
usted cada segundo. Me detuve temblando. Ella no contestaba.
—¿Por qué no contesta? —le dije con nerviosidad creciente.
—Espere un momento —respondió.
Oí que dejaba el tubo. A los pocos instantes oí de nuevo su voz, pero esta vez su voz
verdadera; ahora también ella parecía estar temblando.
—No podía hablar —me explicó.
—¿Por qué?
—Acá entra y sale mucha gente.
—¿Y ahora cómo puede hablar?
—Porque cerré la puerta. Cuando cierro la puerta saben que no deben molestarme.
—Necesito verla, María —repetí con violencia—. No he hecho otra cosa que pensar en usted
desde el mediodía. Ella no respondió.
—¿Por qué no responde?
—Castel... —comenzó con indecisión.
—¡No me diga Castel! —grité indignado.
—Juan Pablo... —dijo entonces, con timidez. Sentí que una interminable felicidad comenzaba
con esas dos palabras.
Pero María se había detenido nuevamente.
—¿Qué pasa? —pregunté—. ¿Por qué no habla?
—Yo también —musitó.
—¿Yo también qué? —pregunté con ansiedad.
—Que yo también no he hecho más que pensar.
—¿Pero pensar en qué? —seguí preguntando, insaciable.
—En todo.
—¿Cómo en todo? ¿En qué?
—En lo extraño que es todo esto... lo de su cuadro... el encuentro de ayer... lo de hoy... qué sé
yo... La imprecisión siempre me ha irritado.
—Sí, pero yo le he dicho que no he dejado de pensar en usted —respondí—. Usted no me dice
que haya pensado en mí.
Pasó un instante. Luego respondió:
—Le digo que he pensado en todo.
—No ha dado detalles.
—Es que todo es tan extraño, ha sido tan extraño... estoy tan perturbada... Claro que pensé en
usted...
Mi corazón golpeó. Necesitaba detalles: me emocionan los detalles, no las generalidades.
—¿Pero cómo, cómo?... —pregunté con creciente ansiedad—. Yo he pensado en cada uno de
sus rasgos, en su perfil cuando miraba el árbol, en su pelo castaño, en sus ojos duro y cómo de
pronto se hacen blandos, en su forma de caminar...
—Tengo que cortar —me interrumpió de pronto—. Viene gente


¿CÓMO NO RECORDAR A JUAN PABLO Y A MARÍA, PERSONAJES QUE HAN CALADO TAN HONDO Y PROFUNDO EN MI ADOLESCENCIA?...GRACIAS, MAESTRO.....

Comentarios

  1. Te quedás con ganas de volver a leerlo!, besos, buen fin de semana.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario